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Mostrando entradas de 2022

Paul Eluard (Saint-Denis, Francia 1895)

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  LA CURVA DE TUS OJOS  La curva de tus ojos da la vuelta a mi corazón Un redondel de baile y de dulzura, aureola del tiempo, cuna segura y nocturna, y si ya no sé todo lo que he vivido es que tus ojos no me vieron siempre. Hojas de día y espuma de rocío, cañas del viento, sonrisas perfumadas, alas que cubren el mundo de luz, barcos cargados con el cielo y con el mar, cazadores de los ruidos, fuentes de los colores. Perfumes nacidos de un enjambre de auroras que yace siempre sobre el heno de los astros, como el día depende de la inocencia el mundo entero depende de tus ojos puros y toda mi sangre corre en sus miradas. LAMUERTE, EL AMOR, LA VIDA... Creí que me rompería lo inmenso lo profundo. Con mi pena desnuda, sin contacto, sin eco, me tendí en mi prisión de puertas vírgenes como un muerto sensato que había sabido morir. Un muerto coronado sólo de su nada … Me tendí sobre las olas absurdas del verano absorbido por amor a la ceni

Grisel (Marcela Muñoz Molina, Chile 1966)

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Alguna vez fui Exequiel Novilli. Crucé la Cordillera de los Andes, siendo Exequiel Novilli. Presencié lo que sus ojos hubieran visto, ayudé a acomodar los tachos, a guardar los cables, quise aprender a manejar el seguidor. Las gelatinas me alucinaron y me enamoraron, sobre todo las de color fucsia. En ese tiempo, Exequiel era un poco más que un niño, pero sin edad suficiente para cruzar un cordón de montañas. Lo reconocí una vez entre la gente en una ciudad de la costa atlántica, aunque en ese momento yo no sabía que era él. Lo observé, seguí atentas sus movimientos, la concentración de sus manos en la única y redonda luz que caía sobre el escenario. Me di cuenta que Novilli era casi un niño. Su pelo ensortijado, su estatura pequeña, su agilidad para trepar. Un par de años después trató de cruzar la cordillera y no pudo. Ahí supe que no tenía más de 18 años. Una extraña conexión entre las luces y el amor hizo que yo tomara su identidad. Me colgué el cuello su nombre, sin que a nadie

Juan Gelman (Buenos Aires, Argentina 1930)

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GOTÁN Esa mujer se parecía a la palabra nunca, desde la nuca le subía un encanto particular, una especie de olvido donde guardar los ojos, esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo. Atención atención yo gritaba atención pero ella invadía como el amor, como la noche, las últimas señales que hice para el otoño se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos. Dentro de mí estallaron ruidos secos, caían a pedazos la furia, la tristeza, la señora llovía dulcemente sobre mis huesos parados en la soledad. Cuando se fue yo tiritaba como un condenado, com un cuchillo brusco me maté, voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre, él moverá mi boca por última vez. SÁBADO La intensidad de la basura en almas que se quedan quietas, el ojo que no es como el cuerpo y mira un desierto salvaje. El prójimo como otro dolor y sus rezos sin suerte en la tarde que posa la oscuridad hoja por hoja. El miedo a amar en un callejón. ¿Por qué no vienen las infancias que

Poemas para no matar (Marcela Muñoz Molina, Chile 1966)

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  POEMA CUATRO  Me levanto todos los días y asisto medio maquillada a este carnaval silencioso tragicómico y cotidiano. Soy otra todos los minutos. Hablo por mi boca de cartón piedra y soporto. Mientras tanto doy vueltas y vueltas por lugares no definidos por sitios inexplorados por inmensos continentes de gas. Me levanto todos los días y me disfrazo y hago como que trabajo como que me río tiendo mis cordeles falsos mis líneas de luz. Nadie podría llegar hasta mí ahora. Y desde aquí veo como todos cumplen con su actuación en este teatro de mala muerte, veo como se buscan, se encuentran y se abandonan. Desde aquí y escondida, me río de mi propio papel. A veces, me limpio el maquillaje y sollozo. A veces, pego dos lentejuelas más a mi sucia y vieja chaqueta. Miento todo el día y está bien. POEMA VEINTICUATRO Creo que recién ahora vengo de vuelta el sol pasa sobre mi cabeza 358 veces al día y da vu

Jorge Teillier ( Chile, 1935 )

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  SIN SEÑAL DE VIDA   ¿Para qué dar señales de vida? Apenas podría enviarte con el mozo un mensaje en una servilleta. Aunque no estés aquí. Aunque estés a años sombra de distancia te amo de repente a las tres de la tarde, la hora en que los locos sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros espantando nubes en los trigales. No sé si recordarte es un acto de desesperación o elegancia en un mundo donde al fin el único sacramento ha llegado a ser el suicidio. Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce para que se descarrilen los trenes. Hacer el amor en el único Hotel del pueblo para oír rechinar los molinos de agua e interrumpir la siesta del teniente de carabineros y del oficial del Registro Civil. Si caigo preso por ebriedad o toque de queda hazme señas de sol con tu espejo de mano frente al cual te empolvas como mis compañeras del tiempo de Liceo. Y no te entretengas en enseñarle palabras feas a los choroyes. Enséñales solo a decir Papá o Cent

Mirka Arriagada (CHILE, 1964)

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  CONCAVO BAJEL Tengo los ojos fijos en el derrumbe del cielo El lenguaje se pudre Me muevo despacio para no estropear el decorado Cruzo tu voz de puente ¿Reconoces mi tatuaje en las cortezas? Nuestras resinas se funden  y de ese árbol lastimado fabricamos el cóncavo bajel que navega el anochecido mar de tres días Amo el cielo despedazado en tus manos POR CONSENSO Un muerto golpeaba su féretro El ministro de mortandad pública temía que el cementerio se convirtiera en un motín carcelario El muerto insistía con golpes agudos Que un muerto no acepte su muerte es algo inaceptable Lo desenterraron fue invitado a una mesa de negociaciones Demostraron que tenía el pulso ausente el encefalograma plano le acercaron un espejo y este no se empañó Cerraron la tapa él golpeaba golpeaba Cavaron una fosa más profunda y lo enterraron boca abajo CASA NATAL V Yo tenía unos zapatos verde manzana, una muñeca inglesa que se llamaba Pituca. Tenía una casa entre dos es

Jorge Cáceres (Chile, 1923)

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  JUSTINE El 8 de julio de 1787 una mujer ha cruzado por el sitio que hoy ocupa el puente de Enrique IV abatida por el peso de un pensamiento ella se ha inclinado al pozo con un gesto de ráfaga todos los párpados del mundo se han cerrado y sin un presentimiento de socorro las ventanas daban al sótano y las copas de los castaños más familiares que entonces con una mueca de socorro erraban la tempestad de París sorprendida por un ojo que se ha posado en su presa una mujer sobre la nieve con manchón de armiño en un sentido inverso a la línea negra que cruza su pecho el rayo la ha detenido no obstante en el bosque los árboles dejan caer sus últimas señales y expiran pero una ventana se ha abierto en la niebla a todo escape una mujer de blanco com aretes de fieltro con cabellos de fósforo demasiado fresco se ha detenido en la costa ella ha tomado el mal paso pasajera misteriosa ha sabido ocultar su nombre bajo un signo de talismán entonces sobre cada venta