Jorge Teillier ( Chile, 1935 )
SIN SEÑAL DE VIDA
¿Para
qué dar señales de vida?
Apenas podría enviarte con el
mozo
un mensaje en una servilleta.
Aunque no estés
aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia
te amo de
repente
a las tres de la tarde,
la hora en que los
locos
sueñan con ser espantapájaros vestidos de
marineros
espantando nubes en los trigales.
No sé si
recordarte
es un acto de desesperación o elegancia
en un
mundo donde al fin
el único sacramento ha llegado a ser el
suicidio.
Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce
para
que se descarrilen los trenes.
Hacer el amor
en el único
Hotel del pueblo
para oír rechinar los molinos de agua
e
interrumpir la siesta del teniente de carabineros
y del oficial
del Registro Civil.
Si caigo preso por ebriedad o toque de
queda
hazme señas de sol con tu espejo de mano
frente al
cual te empolvas
como mis compañeras del tiempo de Liceo.
Y
no te entretengas
en enseñarle palabras feas a los
choroyes.
Enséñales solo a decir Papá o Centro de
Madres.
Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla en
voz baja,
y sorber la sopa un día de Banquete de Gala
significa
soñar en voz alta.
Qué hermoso es el tiempo de la
austeridad.
Las esposas cantan felices
mientras zurcen el
terno
único del marido cesante.
Ya nunca más correrá
sangre por las calles.
Los roedores están comiendo nuestro
queso
en nombre de un futuro
donde todas las
cacerolas
estarán rebosantes de sopa,
y los camiones
vacilarán bajo el peso del alba.
Aprende a portarte bien
en
un país donde la delación será una virtud.
Aprende a viajar
en globo
y lanza por la borda todo tu lastre:
Los discos de
Joan Baez, Bob Dylan, los Quilapayún,
aprende de memoria los
Quincheros y el 7º de Línea.
Olvida las enseñanzas del Nido
de Chocolate, Garfield o el Grupo Arica,
quema la autobiografía
de Trotsky o la de Freud
o los 20 Poemas de Amor en edición
firmada y numerada por el autor.
Acuérdate que no me gustan las
artesanías
ni dormir en una carpa en la playa.
Y nunca te
hubiese querido más
que a los suplementos deportivos de los
lunes.
Y no sigas pensando en los atardeceres en los bosques.
En
mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.
Y
ahora
voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja
y
tú
mejor enciérrate en un convento.
Estoy leyendo El
Grito de Guerra del Ejército de Salvación.
Dicen que la
sífilis de nuevo será incurable
y que nuestros hijos pueden
soñar en ser economistas o dictadores.
Comentarios