Apuntes Trasatlánticos - Prólogo Anxos Sumai

 

APUNTES

TRASATLÁNTICOS


Marcela Muñoz Molina

Lisboa, 2023


Es todo demasiado y no suficiente al mismo tiempo.

Jack Kerouac



Querida Marcela, reina de un Pais Provisional:


Este libro me ha llegado al correo electrónico hace ya unos meses. Cuando lo descargué, le eché una mirada curiosa y me pareció, por tu impecable forma de narrar, que era muy fácil de leer. En la segunda lectura, días después, caí en la cuenta de que las páginas habían adquirido una intensidad imprevista: ya no podía pasar inocentemente sobre las palabras porque las palabras me interpelaban y debía escrutarlas para sentir la vida que latía a través de ellas. Volví a leerlo de nuevo tiempo después y me inquietó descubrir en él la profundidad de las raíces de las secuoyas gigantes y de las simas abisales: la gramática se había descompuesto y surgió la substancia vital que comunica todos los árboles del planeta, todos los seres vivos del océano y todas las emociones del universo.


Camino ahora por un bosque rebosante de pájaros y raíces, gatos de colores brotan a los pies de los robles, una nave espacial orbita naranjas en el cielo azul tibio de la mañana. Mis pasos intentan acomodarse al ritmo de tu narración poética para absorber las imágenes, los sentimientos, los movimientos que la lectura de Apuntes trasantlaticos me sembró y, en un descanso de caminante, reivindicar el deseo de escritura que asoma en el cuento-poema “Salida de Emergencia”: “Cuando la realidad oprime clavando los oxidados dientes de las reglas, una puerta se abre y por ella entra la literatura, permitiéndolo todo.” Los frutos rojos de un arracán evocan diamantes de sangre que me ametrallan desde las páginas del libro y se pierden, entre gritos de gaviotas desorientadas, en el cántico de las mujeres ancestrales selkman, noongar o gondi. Me nace una urgente necesidad de compartir contigo mi lectura.


Todo el libro es para mí una reflexión sobre el viaje, confirmado en relatos que exploran el paisaje atemporal de la memoria y trascienden los lugares –de aquí a allí a través de continentes y océanos en un barco mecido “como un bebé” por olas calmas o furiosas, con paradas en Sierra Leona, en New York, en Puerto Natales, Santiago de Chile, en Lisboa, en algún enclave de Dinamarca y de Portugal, en Galicia, en Australia... Narras, o poetizas, el desplazamiento por el tiempo y la geografía, el tránsito por la emoción, la inteligencia, la ternura y la perplejidad. Incluso por la nostalgia, cuya herida debe ser suturada para “permitir que el alma vuelva al cuerpo”. Y por el miedo al destino próximo al que la protagonista —a veces andariega por obligación— se sobrepone con los poderes invencibles de la curiosidad, de la reflexión y de la aceptación: son necesarias cuarenta y nueve vueltas alrededor de un planeta para aterrizar en la plataforma espacial, esperar diez minutos de retraso inquietante que serán recompensados con una taza de té, una tarta de flores y el aprovechamento del tiempo “para alimentar a los pájaros y ver si puedo ayudar a que resistan la próxima tormenta”. En fin, es la vida-viaje literaturizada sin piedad, el vértigo de la escritora sabia y lúcida. Es el viaje pero también asoman sobre el trayecto las rutas voluntarias y obligadas de la autora.


Hay en Apuntes trasatlánticos relatos que me conmueven, otros me duelen físicamente —“Manú”, por ejemplo—; unos tienen la fuerza primigenia que me estremece porque se revela la comunión universal: “Pude sentir el corazón ubicado en el centro de la tierra. Mis pies en el barro sintieron la danza del latido”. Otros me hacen reir —en el cuento-poema “Space Walker” te veo, querida Marcela, orbitando alrededor de las grandes flores estampadas en la cortina del cuarto de un hotel. Son muchas las emociones que me transmite la lectura, desde el desconcierto hasta la nostalgia pasando por la soledad. Siento que, en muchos momentos, la ficción se construye sobre la soledad, la saudade y la incentidumbre. A veces parece que la viajera se derrota pero no tarda en reanimarse y es entonces cuando no puedo evitar pensar que tú, autora, eres en este tiempo de deriva la reina de un Pais Provisional, caminante de bosques, universos y sueños. Porque el libro muestra como se puede sentir alguien en el interludio, en esa especie de sala de espera-estación de tránsito interplanetario, intemporal, en la que el destino definitivo se demora durante años y años. Es marearse entre las olas de algún cuento, en las llaves metafóricas de la poeta, en el vuelo de los pájaros e, incluso, en el pausado y calculado caminar de los gatos. En el movimiento que no cesa nunca. También en la música: rock and transgresión.


El libro me hace reflexionar sobre mi propia existencia, sobre la pasión de vivir, sobre el asombro de cada minuto extraordinario que habito. Es la vida así: el tránsito hacia la muerte o, al menos, hacia el tiempo y el lugar preciso donde la muerte ocurrirá. Mientras no encontramos ese punto concreto caminamos, exploramos, gozamos y sufrimos. Es ineludible la empatía, el reconocimento de la incertidumbre de quien se desplaza por complejos y cambiantes paisajes emocionales.


El tiempo en tu libro, en tu Reino Provisional, se convierte en túnel que comunica el pasado, el presente y el futuro. Las vivencias del presente se enlazan con experiencias del pasado y con recuerdos del futuro. Como tú, querida Marcela, me coronaste Reina Roja de Galicia en el libro, debido a tal condición sé que en esta nueva propuesta literaria tuya el tiempo es un nido en el que, al mismo segundo, late lo que fué, lo que es y lo que será: una estación salvífica donde lo que transcurre son pasos y no latidos. Centímetros de desplazamiento y no segundos de inmovilidad. Paramos y observamos como todos los instantes de nuestra existencia confluyen y fermentan. El espacio para la primera astronauta chilena —te declaras en un cuento astronauta desde el nacimiento— es el vértigo de las imágenes, es la perplejidad de descubrir la importancia de una naranja en la inmensidad del universo o la trascendecia del humo de un cigarrillo exhalado por el abuelo o la rebeldía de una gota de lluvia que de pronto se precipita hacia arriba, insumisa a la ley de la gravedad. Mi reina, eres rebelde y recurres a la música extrema, al aullido del lobo, al canto de las ballenas, a las voces de todas las mujeres de la Tierra. Permites a las gaviotas invadir tu dormitorio, a los árboles nevar sus hojas en el patio de tu casa y al corazón de un pez adueñarse de tu nostalgia. ¿Qué no va a permitir, entonces, el tránsito por el tiempo que nos propone Apuntes trasatlánticos?


Hay algo, por fin, que tiene que ver con un libro infinito y con una llave. La llave y el libro infinito están presenten en varios relatos-poemas. La llave oxidada abre o cierra el acceso a la poesía. Clausura o inaugura el flujo de la palabra. En esos momentos expones lo más íntimo, y retomo “Salida de Emergencia”, que para ti es el deseo de literatura. En el éxodo incierto al que te entregaste —tú y contigo los seres que forman un pueblo entero en tu memoria— escribir poesía es la salvación. Porque la poesía, tal como lo cuentas en el libro, es mucho más que la imagen. Es justo ese momento en que, en el vértigo, anticipamos el placer de volar. Volar como un cóndor, como una niña o como una estúpida nave espacial.


En fin, querida Marcela, Apuntes trasatlánticos es un regalo de reina a reina, desde el País Provisional hasta el corazón de Galicia. Un regalo poderoso en el que desvelas el desconcierto, la desubicación y la circunstancia de galopar a lomos del mar y de la tierra. Cuentas lo que tú y yo ya sabemos: la incierta delicia de estar horas sentadas ante una ventana asediada por la lluvia, más líquidas que sólidas, estremecidas de nostalgia.


En mi paseo por el bosque me doy de bruces, entre los carballos y los sanguiños, con una lenga y una mata de calafate. Vuelve a su nido un pájaro ratonero, un miñato, pero bien puede ser un carancho que agarra en el pico, para alimentar su cría, el corazón palpitante del cerro Rotundo.


Anxos Sumai.

Oeste, Galicia 4 de septiembre de 2019.




Nikolay Dubovskoy. Silenced. 1890. 




Oeste, Galicia 4 de septiembre de 2019.

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