Niall Binns (Inglaterra,1965)
6. Esta mujer que duerme, aparentemente en paz
-como si fuera un lecho de rosas esta
cama-
Es la cáscara de una fruta amarga
Que he comido a medias: sin ganas, y
casi con asco
Esta mujer que duerme aparentemente en paz
Es un desecho arrojado por la tempestad
a las playas de un mar contaminado.
Esta mujer no tiene voz ni nombre ni
cuerpo
Sus ojos son la distorsión atroz
de tus ojos. Y sus anchas caderas
una burla a tu esbeltez. A ella
la he palpado y exprimido como un náufrago
para conjurarte. Pero tú no te me apareces
Esta mujer que duerme aparentemente en paz
es la forma monstruosa que tú adoptas
en el más despiadado de los sueños
Esta mujer que duerme no me sirve.
La
obra maestra
Eran
tiempos difíciles, tiempos de crisis
la
caída en el pozo de las lecturas áridas
y
una escritura plana, exenta de lucidez
Me
desgranaba progresivamente en una inspección
agobiante
Que
no ofrecía, al parecer, ninguna salida
Componía
cartas de amor; pero a nadie, a la nada
Y
me acariciaba con el cariño sin límites de miles de
mujeres
Vistas
y entrevistas en revistas escaparates y paseos
por el centro de la ciudad
Pero
terminaba siempre con el mismo chorro de amarga
agonía
Y
la soledad volvía a abrazarme con su pesadez casi
física
Hasta
que un día decidí trascender mis miserias
y
con las maletas cargadas, salí a recorrer el mundo
seguir las pistas y los recuerdo de los aventureros
de antaño
hacerme
un hombrecito, sí señor: un hombre de acción
Me enterré en países cuyos idiomas
me desconocían
Por completo
Me desplacé por lugares alborotados
con gente de
Colores y costumbres pintorescas
moviéndome entre ellos en interminables círculos
errantes
que carecían de todo sentido
y procurando sacar alguna pizca de
verdad que reluciera
entre tanta confusión
Busqué trabajo en fábricas
subterráneas
entre seres fantasmales
que dormían por la noche en esteras
de paja
tendidos bajo la inerte tibieza de
sus máquinas
Pasé una larga etapa encima de un
iceberg
Desgajado del lugar donde vivía con
una familia de
esquimales
Divagué durante meses por los mares
del norte
Bajo una luna desmesurada y entre
llanto de miles
de ballenas
En una ocasión, doblado por la sed,
erigí mi carpa en
Un pequeño oasis
y allí conocí a una mujer proteica
que se convirtió entre mis brazos en
medusa, en boa,
en
pulpa de papaya
y se burló despiadadamente de mis
extenuadas fuerzas
Otra vez tuve que salir clandestinamente
de un pueblo
fronterizo
e internarme en la selva
Perseguido por una banda de
patriotas empeñados en
liquidar la escoria extranjera
La selva vibraba con chillidos de
loros
Enjambres de insectos zancudos
revoloteaban zumbando
en
torno a mi persona
Me picaron implacablemente,
dejándome con la cara
purpúrea e hinchada de
pustulosas llagas
Pero oculto por esa nube de
insectos, pasé inadvertido
entre los asesinos que
rastreaban mis huellas
y atravesé la frontera,
arrastrándome como una lombriz
bajo los alambres de púa
Sin embargo, aunque siempre me
empeñara en extremar
las cosas
ninguna experiencia lograba colmar
mis anhelos y seguía
año tras año
En peregrinaciones sin meca ni
Jerusalén
hasta que al final resolví detenerme
Y levanté mis tablas de maderas en las afueras de una
gran ciudad
decidido a pasar allí mis días, con
los placeres y las
tristezas de todos los
solitarios
sintiéndome ermitaño y amigo de los
roedores y los
buitres
que rondaban y se alimentaban por
esos paisajes
deshabitados
y compartían conmigo los estigmas
del odio
Me puse en esos días a ponderar
cuestiones filosóficas
a meditar largamente sobre el bien y
el mal
y a formular ideas, sentencias y
aforismos
que posteriormente he transcrito y
publicado en
ponencias leídas
en universidades extranjeras de
indiscutible prestigio
y a lo largo de mi libro “Palabra de
profeta”
que durante las últimas semanas se
ha convertido en
un verdadero best- seller
y que encontrarán, seguramente, en
todas las mejores
librerías.
de Canciones bajo el muérdago (2003)
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