Teresa Wilms Montt. Poemas (Chile, 1893)
Vestido de la chía llegó anoche por el espejo.
Sus
manos cruzadas sobre el pecho salían en pétalos de azucena por la
negra manga.
El
abismo de sus ojos tragóse todas las sombras y en mi cerebro se hizo
la luz.
Habló
su boca sin palabras como los viejos órganos de las catedrales y
dijo: Duerme, duerme, el sueño es la aurora del día eterno.
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Mi
alma es un palacio de piedra, donde habitan los ausentes, trayéndome
la sombra de sus cuerpos para alivio y compañía de mi vida.
Mi
alma es un campo desbastado donde el rayo quemó hasta las raíces, y
donde no puede florecer ni el cardo.
Mi alma es una huérfana loca, que anda de tumba en tumba buscando el amor de los muertos.
Mi alma es una flecha de oro perdida en un charco de fango.
Mi alma, mi pobre alma, es una ciega que marcha a tientas sin apoyo y sin guía.
Mi alma es una huérfana loca, que anda de tumba en tumba buscando el amor de los muertos.
Mi alma es una flecha de oro perdida en un charco de fango.
Mi alma, mi pobre alma, es una ciega que marcha a tientas sin apoyo y sin guía.
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Frente
a mi ventana cerrada pregunto al tiempo cuánto más he de vivir.
Las
sombras anegan mis persianas, y apenas marca una delgada raya la
claridad.
El
reloj tiene titubeos de corazón enfermo.
En
un gesto convulsivo se crispan mis manos sobre el papel.
Buscan
el apoyo de la tierra.
En
la luz del crepúsculo el cristal de la ventana me
devuelve el reflejo de mi cara.
Remango la boca en una sonrisa y veo la calavera a
través de la carne transparentada.
Caen lacios mis cabellos pegados a las sienes como un
cortinaje de cenizas doradas.
En el fondo de mis ojos se ahoga el pensamiento
ahondando las profundidades del cráneo, como puntas
negras que oradan.
Sombra, silencio, nada existe para saciar la inquietud
de mi lámpara vital.
En sueños, vive en su mundo ni espíritu, invocando a
la muerte hermana, vagabunda y eterna.
devuelve el reflejo de mi cara.
Remango la boca en una sonrisa y veo la calavera a
través de la carne transparentada.
Caen lacios mis cabellos pegados a las sienes como un
cortinaje de cenizas doradas.
En el fondo de mis ojos se ahoga el pensamiento
ahondando las profundidades del cráneo, como puntas
negras que oradan.
Sombra, silencio, nada existe para saciar la inquietud
de mi lámpara vital.
En sueños, vive en su mundo ni espíritu, invocando a
la muerte hermana, vagabunda y eterna.
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Me
siento mal físicamente. Nunca he tributado a mi cuerpo el honor de
tomar su vida en serio, por consiguiente no he de lamentar el que
ella me abandone. Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací
me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el
único bagaje que admite la barca que lleva al olvido. Morir,
después de haber sentido y no ser nada...
Comentarios
Somos parientes por la rama Montt .
Onde puedo conseguir sus libros .. Vivo en Canadá .
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