LO QUE ESPERAMOS Tardará, tardará. Ya sé que todavía los émbolos, la usura, el sudor, las bobinas seguirán produciendo, al por mayor, en serie, iniquidad, ayuno, rencor, desesperanza; para que las lombrices con huecos portasenos, las vacas de embajada, los viejos paquidermos de esfínteres crinudos, se sacien de adulterios, de hastío, de diamantes, de caviar, de remedios. Ya sé que todavía pasarán muchos años para que estos crustáceos del asfalto y la mugre se limpien la cabeza, se alejen de la envidia, no idolatren la saña, no adoren la impostura, y abandonen su costra de opresión, de ceguera, de mezquindad. de bosta. Pero, quizás, un día, antes de que la tierra se canse de atraernos y brindarnos su seno, el cerebro les sirva para sentirse humanos, ser hombres, ser mujeres, -no cajas de caudales, ni perchas desoladas-, someter a las ruedas, impedir que nos maten, comprobar que la vida se arranca y despedaza los chalecos de fuerza de todos los sistemas; y descubrir, de